POEMAS , RELATOS Y RECETAS.

domingo, 24 de octubre de 2010

DIA DEL DOMUND

Gracias Diego Muñóz-cobo Rosales por este recuerdo


Una india, una negrita, una japonesa, una monja, todas estábamos vestidas para éste día del DOMUND, antes los preparativos, las indias nos haríamos dos trenzas con una cinta de raso y una pluma de la cola de algún pavo del corral que nuestra madre había pedido  a quien tuviera para poner en la cinta que poníamos en el pelo cruzando la frente, en la parte de atrás.
Las faldas eran de papel de seda de muchos colores, que comprábamos en las tiendas de Pedro Ortega o las Mariamanuelas y que confeccionábamos los días previos en las tardes de manualidades en la Escuela de las Hermanas Apostólicas de Cristo Crucificado, de Baños de la Encina (Jaén).
Las japonesas íbamos vestidas con una cortina floreada que en muchos casos nuestras madres descolgaba de su ventana para éste día y que las monjas ajustaban a nuestro cuerpo con un gran lazo con las bandas verdes, de las más grandes que nos daban en las notas trimestrales o finales, como calificaciones de nuestras notas, parecían un quimono japonés, luego nos peinaban con un moño alto y nos ponían dos agujas grandes de plástico de colores de las que usaban nuestras en el moño cruzadas, las celas las pintaban con lápiz negro altas, y maquilladas con rabillos en los ojos para hacerlos oblícuos y labios pintados, estilo a las Geisas.
Lo peor era ir disfrazada de negrita, te pintaban la cara con carbón que luego para quitarlo, nunca mejor dicho te veías negra, los labios pintados de un rojo llamativo, toda vestida de negro, jerséis y bragamedias (leotardos) y una falda de colorines de papel de seda.
Las que íbamos vestidas de monjas, nos ajustaban un traje de ellas de novicia blanco.
Salíamos a pedir por las calles de casa en casa, de dos en dos, una llevaba la hucha y otra las pegatinas, decíamos.
_ Una limosna para los negritos.
Y la gente se volcaba en darnos unas perrillas, algunos nos daban dos reales, otros una peseta y los mas generosos un duro (cinco pesetas)
entonces le colocábamos un banderita adhesiva en la ropa, como que habían cooperado y no se le pedía por segunda vez.
Era como una carrera  frenética por llegar los primeros, empezábamos en la Iglesia del Llano (la de arriba) donde las monjas nos vestían y maquillaban y terminábamos en la Iglesia de San Mateo (la de abajo) colocábamos nuestras huchas en el altar conforme íbamos llegando, algunas todas maltrechas, sobretodo las de vestidos de papel de seda.
Después de misa subíamos al convento para empezar el recuento de las monedas de aquellas huchas con caras de niños del llamado tercer mundo.
Ése día nos sentíamos  más felices, habíamos dado nuestro tiempo de jugar en la calle para pedir para los niños que no tenían para comer, no importaba de la raza que fueran.
Luego el lunes colocaban en el panel de anuncios una lista con los nombres de las niñas que habían cooperado.
_Hucha japonesa llevada por Encarnita Laguna y Anita Muñoz 120 pesetas......
Y así hasta finalizar el recuento, siempre en cabeza las que más habían recaudado, eso nos animaba para el próximo año a ser las que encabezáramos de las primeras.

Que recuerdos más bonitos al llegar éste día