POEMAS , RELATOS Y RECETAS.

viernes, 21 de enero de 2011

EL ESPANTAPÁJAROS

                                                                             
 Aquel espantapájaros, mi abuelo lo colocó en la higuera para que no se comiese los higos los gorriones, le puso un sombrero de paja viejo, una camisa, un pantalón, de cabeza le puso una calabaza hueca, de largo se parecía a mi abuelo con aquel atuendo desechado por él, ¡Ah ! también le puso una escoba atada , con la que parecía avisar a los pájaros.
_Si os arrimáis a mi higuera os pego un escobazo.




Mi abuelo ideó un plan, le había puesto  una cuerda atada a  un cencerro ya sin uso, de aquella pareja de bueyes con los  que araba las olivas y que con tan mala pata uno de ellos se descornó, así que tuvo que vender el otro buey y comprar una yunta de mulos, pues bien, el cencerro se lo colocó al espantapájaros tiraba de él con una larga cuerda que ato a la ventana del salón, cuando veía que algún atrevido gorrión ni se asustaba del espantapájaros, ni de la escoba que tenía , pero que salían volando, nunca mejor dicho, cuando sonaba aquel viejo cencerro, el mismo que yo tengo hoy de adorno encima de mi cocina de leña.


Era su mayor distracción ya jubilado, tener cuidado que el fruto que día a día cuidaba no se lo comieran los pájaros, tenía obsesión con ellos, tanta que se levantaba al ser del día para cuidar de su higuera, en las siestas bajaba la persiana, pues mi abuela le había prohibido tocar el cencerro, ya que la despertaba de la soñolencia estival, al igual que a los vecinos de al lado de casa, así que con una escopetilla de plomos disparaba  a la higuera, era malo de verdad tirando con la escopeta, pero a el le hacía ilusión, supongo que al hacernos mayores vuelve a salir ese niño que llevamos dentro.

El  espantapájaros aquel  verano parecía tener  vida con tanto ajetreo de cencerro, cuando llegó el invierno la higuera se quedó desnuda de hojas, yo através  de la ventana del salón lo veía, el principio de  invierno resistió muy bien, el sombrero ya deteriodado por el uso de mi abuelo, al llegar los fríos y la nieve por que ese invierno nevó, acabó callendolsele de la cabeza, dejando la calabaza al aire, cuando acabó la lluvia, los vientos, los hielos el pobre espantapájaros estaba tan deteriodado que sólo quedaba un palo y arapos de lo que un día fue una camisa y un pantalón.
Pero ya no estaba mi abuelo para reponerlo, ni oiríamos tocar el ruido del cencerro, ni el sonido de la escopetilla de plomos, el se había marchado un treinta de enero para siempre, tardamos en quitar aquella su última obra de la vieja higuera, su espantapájaros, quizás su primero y último juguete que tuvo.