POEMAS , RELATOS Y RECETAS.

martes, 24 de julio de 2012

LA CUEVA DEL COTANILLO 5


 
Chacho Salvador Prados Doninguez 1971 después de 33 años de exilio en Francia
Nos quedamos sin saber que decir, pero al igual que nosotras habíamos descubierto que había un hombre dentro de la cueva alguien podría descubrirlo y no sabíamos que pasaría, decidimos que no contaríamos nada a nadie y empezamos a  ayudar a Mariloli, comida no le faltaba desde ese día,  ya  que entre las tres nos organizábamos y sacábamos comida de nuestras casas a escondidas, su escondrijo empezó a tener comida en abundancia, hablábamos con él, se salía un poco del escondite pero nunca fuera , la luz le cegaba al estar tanto tiempo encerrado y una de nosotras se quedaba siempre fuera vigilando por si alguien venía, la contarseña era dos  maullidos de gato,  se defendía estupendamente en la oscuridad, yo le conté que mi padre tenía dos tíos, a los que casi no conoció,   Salvador y Antonio Prados Dominguez hermanos de su madre, Antonio murió camino del exilio  dejando  dos niños pequeños primos hermanos de mi padre Ana y Benito y Salvador estaba en Francia exiliado desde que huyó, también casi treinta años, las cartas que recibía su madre mi bisabuela Ana María  llegaban siempre abiertas y con mata sellos de distintos sitios del sur de Francia, pero que estaba arreglando papeles  para ver si podría venir, eso sí, a su madre y a su  hermana (mi abuela) ya no las vería con vida,  tenía yo seis años cuando murió, mi bisabuela Ana María y a mi abuela Encarnación a la que no llegué a conocer, su hermana tampoco, por que también murió cuando mi padre estaba haciendo el servicio militar en Sevilla...Se alegraba de que le contáramos cosas, es más se acordaba de los tíos de mi padre, decía que eran muy dicharacheros (alegres) sabían bailar sevillanas ya que su madre remanecía de Sevilla y nunca perdieron el contacto con sus primos y su único tío hermano de su madre, Sargento de la Guardia Civil muy famoso por aquellos, años ya que capturo a un bandolero en la serranía de Ronda, llamado Ropasuelta.
Nos contaba que él era parte de un equipo de fútbol que ellos fundaron, el primero que hubo en Baños de la Encina, su madre le tenía al tanto de todo lo que pasaba en el pueblo, pero  hacía casi dos años que murió y desde entonces estaba un poco perdido, tenía libros, revistas que mal leía a la luz de las velas, pero éstas se les habían acabado, nosotros le llevamos más y una linterna con pilas, se puso muy contento, le gustaban los toros, así que las revistas que ya había leído  mi abuelo Esteban  " El ruedo y "El caso" a las cuales estaba suscrito mensualmente por correo, empecé a llevárselas  a él una vez que mi abuelo las leía, me preguntaba que por qué me las llevaba y yo le decía que para hacer manualidades en las monjas.

Cuando oía la palabra televisión no sabía de qué se trataba,  aunque su madre le dijo un día que vio una caja cuadrada en la que salían personas como fotografías en movimiento en blanco y negro, ni el picú, o aquel aparato que trajo mi tío Juan este año de Barcelona para la feria de mayo un caset que podía grabar canciones en una cinta y escucharla siempre que quisieras, o nuestras voces  hablando o cantando, mi tío nos grabó varias cintas, mientras comíamos charlando, a mi madre cantando saetas, decía que para poder escucharnos cuando se fuera otra vez  Barcelona y que mi otro tío Manolo, nos oyera al menos por aquel moderno aparato, venía cada dos años a vernos ya que su mujer era de Galicia y alternaban las vacaciones entre Galicia y Andalucía.
Así pasamos varios días, hasta que los chicos se mosquearon por que no queríamos jugar con ellos en los peñones a las guerrillas escondidos tirándonos piedras, o con arcos hechos por ellos con vestugas de sierpes, cuerdas y flechas de tabla de las cajas que encontraban de madera en los estercoleros, ellos nos notaban raras  a las cuatro, un día hicimos un juramento de sangre nos pinchamos con un alfiler el dedo de cada una y juntamos nuestros cuatro dedos  diciendo a la vez "Nunca por nada del mundo diremos nuestro secreto"
Para  disimular jugábamos en la entrada de la cueva del cotanillo a las casicas con nuestros muñecos, a las tiendecicaspero nuestro secreto tenía las horas contadas, ya era demasiado tarde, Rafael y Pedrín habían escuchado la conversación que teníamos las tres en el cotanillo, se había subido por el bardal de la calle Amargura paralela al cotanillo y estaban escondidos sin que nos diéramos cuenta.