POEMAS , RELATOS Y RECETAS.

sábado, 29 de diciembre de 2012

EL PILAREJO

fotografías de Ana Ortiz 

EL PILAREJO
  1. Ahora que ya han pasado muchos años quiero contar esta historia, aunque tengo que decir que aún   hoy al recordarla pienso si solo fue un sueño de mi imaginación de adolescente, cuando miro por la ventana de mi cocina y veo ese paisaje ahora me parece fantástico, hermoso, no me canso de mirarlo, un día ya lejano resultaba tenebroso y más de noche,  puede que por la leyenda que siempre ha  acompañado esta parte de Baños de la Encina, mi pueblo.
  2. Decían que se presentaba la encantá, mujer hermosa que al mirarla a los ojos se convertía en un ser horrendo, que incluso abofeteo a mas de uno, quedando del miedo mudo por mucho tiempo...  Por eso las mujeres  cuando bajaban a lavar la ropa al pilarejo siempre iban al menos tres juntas y si podían ser más mejor, unas a otras se custodiaban por si aparecía la encantá, esta historia es conocida en Baños por todo el pueblo, ha pasado generación  tras generación, unos dicen que era leyenda, otros que eran dos amantes que idearon esta tenebrosa historia para que nadie les molestara en sus encuentros amorosos, hasta que se enteró el marido de ella y la mató, desde entonces dicen que vaga sus alma por los alrededores ..Sea como fuera yo tengo mi propia historia y como dije al principio ahora me pregunto si fue verdad o solo un sueño.
Estábamos en la plaza del pueblo sentadas en la lonja, Rosi, Mª Dolores, Merche, Luisi, Toñi y yo, nos aburríamos había empezado nuestras vacaciones de verano para tres de nosotras  se nos había acabado el tiempo de escolaridad, habíamos cursado hasta octavo curso, después ya se vería o que haríamos por lo pronto desfrutar del verano.

De pronto Merche dijo
_ ¿A que no os atrevéis a que subamos al santo Cristo por la llana?
de día no pasaba nada, pero de noche...Era otra cosa
_ Venga no seáis miedicas, mira que creer esa cosa.
Nos envalentonamos y decidimos subir por la llaná, íbamos charlando más que nada para disimular el miedo que teníamos, llegando a la granja de pronto Merche dijo
 _Mirar que sombra, salimos pitando todas llaná arriba cuando íbamos  por mitad la cuesta perdí uno de mis zuecos, no estaba costumbrada a tan alto  tacón, dije .
_Esperarme se me ha caído el zapato-
Ninguna se paró yo cojeando anduve  unos pasos más, luego decidida me volvía a buscarlo , eran casi de  estreno, blancos con una plataforma enorme y a ver que le decía a mi madre de por que los había perdido, empecé a buscarlo en la oscuridad cuando sentí decir,
_No tengas miedo, quédate no te vallas no te voy hacer nada.
Mis piernas no respondían  quería salir corriendo pero estaba como clavada en el suelo, no quería mirar  de pronto me vino a la mente lo de la encantá, cuando sentí decir.
_Toma tu zapato.
Haciendo un esfuerzo enorme me volví y le vi  era un chico que a la luz de la luna tenía rostro angelical, pensé que era forastero, en verano se llenaba el pueblo de  gente, que aún siendo forasteros todos remanecían de Baños de la Encina, mi pueblo, tenía fama de gente que emigraba a otras partes de España incluso del extranjero.
_Mañana te espero en la llaná al atardecer aquí .
Cojí el zapato y sentí como me llamaban mis amigas, habían vuelto sobre sus pasos a buscarme, en el fondo no eran tan malas como pensé cuando las llamé y siguieron corriendo dejándome sola.
Estuve toda la noche dando vueltas en la cama, pensando si era mi imaginación  lo que había sucedido, tardé mucho en dormirme y desperté varias veces sudando no se si de miedo o la calor pegajosa que hacía en pleno mes de Agosto, el aire que venía de la sierra Bañusca, fuera el causante.
Nada más levantarme me asomé a la terraza miré la llaná y el peñón gordo, parecía todo tan distinto de día, los peñones donde la mujeres soleaban las sábanas y la ropa blanca, o el ruido de alguna bestia con su jinete montado llendo o viniendo al campo de hacer las labores a las olivas .
Sentí a mi madre que me llamaba para que me tomara mi taza de leche de cabra recién ordeñada, a mi me gustaba con colacao, me compraba de Luisa las Maríamanuelas  un cuarto de aquellas latas, me encantaba el olor que desprendía cuando metía la cuchara que tenia para tal menester y las vaciaba encima del papel de traza que previamente había colocado en el peso,  que una vez vacías se las regalaba a las parroquianas, eran de flores, había varios modelos, pero en el culo de la lata estaba siempre la inconfundible marca de Colacao, una madre con un bote de esta marca, una niña  y un niño agarrado a sus faldas.

No comenté nada durante el desayuno, primero por que mi madre me regañaría si se enteraba que de noche íbamos a la llaná, solo iban las niñas que eran un poco "liberales"a fumar y a verse con chicos