POEMAS , RELATOS Y RECETAS.

lunes, 11 de agosto de 2014

EL REFLEJO


Me levanté y lentamente, vi un reflejo 
era el espejo que devolvió una imagen mía
Esa no soy yo es otra, es triste y melancólica
nada queda de aquella joven que sonreía

La cara tiene arrugas, el pelo canoso
las manos al rozar mi rostro están frías
los ojos alegres, verdemar
ahora están llorosos casi todo el día

Se me volvieron grises, el tiempo pasó
tan grises y opacos como la vida mía
cuántos golpes y reveses  han caído
que yo misma al verme no me conocía


Dime tú, mi reflejo mirándome a los ojos
donde está la adolescente, aquella cría
que con tantas ilusiones, y ternura
cartas y poemas románticos,
 al amor escribía
A un caballero sin armadura
que a caballo entre las olivas me traía
mil sueños en su coraza de acero,
cada noche entre sueños, al rallar el día 

Quiero envejecer contigo, vivir juntos
tarde, noche, mañana y día 
contarnos nuestros sueños perdidos
recordar cuando nuestros cuerpos ardían
al rozarse nuestras manos, tu mirada
aquella con la que la  niña moría
si solo al tocarme me volvías loca
cuando fuese suya
 ¿que pasaría?

Y el tiempo pasó volando
 cuarenta años con noches y días
y aquella niña soñadora
sigue soñando que la querían





 











viernes, 8 de agosto de 2014

BARRANCO DEL PILAR




 Cada mañana voy al fregadero a beber agua nada más levantarme y sin querer la vista siempre se me va hacia el barranco del pilar o pilarejo como le llamamos en Baños, es un barranco donde antes de haber pinos y eukalistos, era un quiñón de siembra, mi abuelo Esteban sembraba  junto a mis tíos, sus hijos Juan y Manolo, toda clase de verdura y legumbres, tenía árboles frutales, lo que sacaba  de la siembra era para comer en la casa, vender, en aquellos años de hambruna de la posguerra, era un privilegio poder sembrar para comer, el agua la acarreaban a cántaros en los mulos para regar, lo que no era de secano, del pilar.
 Poco había en en las despensas Bañuscas en aquellos años de hambre, construyó un chozo y allí pasaba casi las veinticuatro horas de día para que los amigos de lo ajeno no se llevara  lo poco que cogía.
Cuándo le salía para dar un jornal con su yunta de mulos en las olivas, dejaba a mis tíos Juan y Manolo de guardianes hasta que él regresaba del campo, por talega le echaba mi abuela seis naranjas, para una jornada de doce horas y siempre traía de vuelta tres, una para cada uno de sus hijos, mis tíos y mi madre, sabía que cuándo regresaba les gustaban hurgar en aquella maltrecha talega de cuadros.
Éstos recuerdos no se por que siempre me vienen a la mente cuando a través de la ventana de la cocina miro ese barranco y  pienso si aún vaga el alma de la Encantá del pilarejo por éste lugar, creo que entre los árboles voy a verla, a lo lejos y que con un gesto me dice
 _VEN.
Eran las siete de la mañana de un frío invierno, cómo una autómata me dirigí a la cocina, pongo la cafetera eléctrica para que se caliente mientras voy al baño, algo me llamo la atención, estaba empezando a amanecer y apenas se veía, miré entornando los ojos hacia ese punto, me los restregué y fuí a por las gafas, sí ahora veía con más claridad, era una persona que miraba fijamente hacia mi ventana, de pronto vi como levantaba la mano y me hacia un gesto, me asusté y me retiré de la ventana, apagué la luz y volví a asomarme, seguía allí, sabia que yo le había visto y volvió hacerme el mismo gesto.