Por dos veces pidió Paco Laguna la puerta de su novia Antonia, hasta que por fin, a la tercera, le rompieron la teja |
El noviazgo de sus padres fue tan diferente, su padre tenía quince años y su madre doce, como era natural su abuelo no consintió que entrase a casa hablarle, ni siquiera en la ventana, hasta que su madre cumplió los dieciséis años, así que tuvo que pasar por tres veces hablar su padre con su abuelo, la primera vez ni entró del tranco de la puerta, oyó decir a su madre.
_ Esteban, Paco el de Lagunilla que quiere hablar contigo..
_Pues yo no quiero hablar con él (oyó decir a su padre)
La segunda vez pasó dentro de la casa, Amtonia estaba escondida en el hueco de la escalera ya tenía catorce años, le pidió a su madre que la ayudara, ésta cedió, pero su padre fue tajante.
_Pero¿ tu crees que voy a dar consentimiento a unos mocosos ? vuelve dentro de unos años.
Así que esperaron hasta que ella estaba a punto de cumplir dieciséis, su amor de niños, iba creciendo con ellos, se veían adultos para dar ése paso y al fin a la tercera como quien dice, fue la vencida.
Habían sido casi cuatro años de amor secreto a voces porque todo el pueblo sabía que se querían, pero no era un noviazgo formal, ese era el paso que tenían que dar para poder verse formalmente, sin esconderse.
En Baños de la Encina (Jaén) el pueblo donde nací, en la década de los 40 del siglo pasado, era costumbre, romper la teja al entrar el chico al que querías hablar con tus padres, previo consentimiento del padre primero en la ventana , era normal a cierta hora de la noche ver ventanas engalanadas de flores a un hombre cortejando a su novia, lo mas que podían hacer era cogerse las manos y darse entre las rejas un beso, pasado un tiempo, el novio volvía a pedir permiso al padre de su novia para poder hablarle en la puerta y después y cuándo a los padres les era conveniente, les daban permiso para entrar hablarle en la casa.
También había noviazgos que entre los padres de los novios planeaban la boda de los hijos, a veces salía bien, con el paso del tiempo, el roce, la llegada de los hijos...Otras, ya se sabe, donde no hay amor y son matrimonios de conveniencia, no puede haber nada y solían acabar en camas de sus verdadero amor.
Se restregó los ojos al oír un gran golpe en la puerta de su casa, luego siguieron muchos más golpes de casquijos estrellados en el suelo.
.A continuación otro golpe más fuerte seguidos de otros muchos, con acompañamiento de petardos, risas,
_ Que pronto se han enterado que ya soy una novia formal, (se dijo)
Voces y un gran alboroto, por fin empezó a sonar las guitarras, laudes y bandurrias.
_Sal a tu balcón carita de rosa
_Sal que te quiero ver
_Mujercita salerosa
_Que todo el mundo se entere
_Que eres mi novia preciosa
Al fin, María se ponía la bata sobre el camisón y se asomaba al balcón, la calle estaba llena de amigos, vecinos, familia y curiosos que habían ido a ver como le rompían la teja.
Había muchos casquijos en el suelo, era tradición romper toda clase de objetos de barro, botijos, cántaros, lebrillos, y sobretodo una teja, el significado era, que se daba el consentimiento para empezar hacer planes de boda y como comienzo de una vida nueva, muchos parejas guardaban trozos de esa teja, como recuerdo de ése día especial. Agua azul corría calle abajo, le habían pintado la fachada blanca de cal como era costumbre con agua y azulete, poniendo los nombres de ella y el de su ya novio formal..
Así comenzaba un noviazgo serio que en la mayoría de los casos terminaría en boda.
Ésa tradición como muchas tantas se ha perdido, era normal decir que iban a pelar la pava cuando no se era novio formal, o sea esconderse para verse, una vez formalizado el noviazgo, se pasaba a ésta otra frase.
_Llevar la canasta
Aunque ya eran novios formales, no se dejaban ir a los novios solos, siempre iba alguien acompañándolos, una hermana, hermano, sobrina, amiga, tía.
Hasta que pedía el novio la mano para casarse,debían estar vigilados, no fuera que se aprovecharan estando solos de lo que sólo una vez casados debía consumarse.
Os he puesto una pequeña historia de una tradición Bañusca, mi pueblo y de muchos pueblos de la provincia de Jaén, que como muchas otras se ha ido perdiendo.
Romper la teja