Llevaba tantos años en mis armarios, cojo la caja que un día contuvo caramelos la huelo y la vuelvo a guardar, conforme me mudaba de casa esta cajita mudaba también conmigo, primero estuvo en mi mesita de noche en el cuarto de soltera compartido con mi hermana, luego al casarme en aquel armario con olor a nuevo, como nueva era la vida que empezaba, después viajó a Madrid, donde también estuvo en varios armarios, conforme de mudaba de piso, al cabo de veinte años volvió a Baños, la metí en aquel armario que ya no olía a nuevo y la olvide por un tiempo, ya no lo la veía cada día al abrir aquel flamante armario, pero cuando bajaba al pueblo al abrir mi armario allí estaba en un rincón , invitándome a que la abriera y al coger su contenido para que me volviera a rubar como antaño, llorar por los recuerdos, soñar con aquel primer beso, sus caricias y volver a leer, tanto las cartas que yo le escribía, como las que a vuelta me enviaba él a mí.
Recuerdo con que emoción bajaba los tres pisos saltando las escaleras de dos en dos en busca de tan ansiadas cartas, luego releía éstas hasta dos o tres veces antes de entrar en el piso de mis tíos, donde me fuí un par de meses a vivir y las guardaba a buen recaudo atadas con una cinta rosa.
Pero hoy no sé por que, desspues de muchos años, al tenerla entre mis manos la abrí, era como volver al pasado, recordar cuanto amor, ternura guardaban aquellas lineas guardadas en viejos sobres numerados según su llegada.
Las leo del numero menor a mayor y la intercalo con las respuestas que él me daba a vuelta de correo.
Cómo es posible que olvidemos esos sentimientos adolescentes o peor aún como se puede quedar en el olvido tantas palabras de ternura, de ansias de poder coger sus manos entre las mías, acariciar su cara, decirnos .
¡ Cuanto te quiero!.
Eramos niños, él tenia 18 años y yo iba a cumplir quince, pero me consideraba una mujer a su lado,( pobre de mí) cuando tenia edad de jugar a las muñecas y a las casitas, nosotros ya estábamos planeando casarnos.
Esos dos meses sin vernos fue una tortura para los dos y el único consuelo a las ausencias eran las cartas, no había teléfonos en las casas o pocas lo tenían, había que ir a la Casa de los Teléfonos de Ana y su hija Marilena, el problema es que yo no sabia donde me podría llamar en Barcelona.
Leo y vuelvo a leer sus cartas y siempre al despedirse la misma frase escrita.
_Ven tu o voy yo, por que no puedo pasar ni un día más sin verte.
Esa ilusión de cartas en el buzón o por debajo de la puerta, se ha perdido, solo se reciben facturas, avisos de cobros, certificados de hacienda, etc, recuerdo que para Navidad las tarjetas de felicitación eran muchas y las poníamos con una cinta colgada en el árbol de Navidad.
Yo puedo leer éstas cartas de amor, pero los jovencitos o no tan jovencitos ¿cómo se acordaran de ellas?, en el wasass no, ni el los msm, ni los e-mail a o ser que los impriman...Me quedo con aquellos tiempos y mis cartas.
Han pasado 41 años y aún me emociono al leerlas.
Y ¡sorpresa ! me encontré entre ellas mi carné de alumna, lo tenia que presentar cuando iba a examinarme a Úbeda, ahí tenia catorce años, justo cuando lo conocí.
Entre las cartas he encontrado