Era una fiesta, lavar la lana en el pantano del Rumblar.
En unos meses sería el relleno del colchón de los novios.
Se juntaban las dos familias a lavarla. En verano era mucho
mejor, se secaba en el romero y se llevaba seca, incluso abierta en
canastas nuevas de mimbre.
Mis abuelos Juana y Esteban vivían en el Cortijo
cercano, Juan de las Vacas, eran los caseros Y mi madre que cantaba
como los ángeles amenizaba la fiesta con sus coplas, siempre eran invitados.
Me contaba mi madre que la lavada de lana de su colchón fue
preciosa, mi abuelo Juan Laguna Ortega, tenia ovejas y seleccionó para
esquilar, las más blanquitas para ellos.
Mi madre hacia la cama un primor, mullía el colchón, hasta
dejarlo uniforme y blandito, hacer la cama era un ritual, un altar como ella
decía, la dejaba que parecía un colchón flex, incluso le preguntaban si lo tenía,
ella levantaba la cobija para enseñar muy orgullosa su colchón y es que la
manta de arriba le doblaba por los filos y quedaba cuadrada.
Cada año en verano una vez que pasaba este, sacaba la lana
de los colchones y almohadas y la lavaba, ponía un sábana blanca en la terraza
y la secaba al sol, luego la abría, a mi me encantaba abrirla, dejarla que
parecía algodón y se volvían a rellenar los colchones y almohadas, todo un año
tendrían que durar, así que ponía una manta fina blanca sobre los colchones
para preservar estos, yo lo veía más higiénico que hoy en día los
colchones que tenemos.
Recuerdo el colchón de mi cuna guardado con mucho mimo durante años, que luego sería de mi
hermana, el que me hizo a mí para mi cama de níquel, y que me duró hasta los
doce años, en que me lo quitaron para ponerme una plancha de espuma ya que me diacnoticaron alergia a los ácaros del polvo, lo que echaba yo de menos aquel colchón
blandito que me envolvía al acostarme.
Tenemos tanto que agradecer a nuestras madres y abuelas, ellas si que eran esclavas de la casa, todo era manual, lavar, y precisamente no en las casas, bueno la que tenia pozo era una privilegiada, se lavaba en los ríos, pilares y fuentes, muy temprano salía con canastas llenas de ropa sucia para si podían, traerla ya seca con olor a romero que era donde se tendía al sol, como podéis imaginar no tenían los recursos que nosotras tenemos y encima nos quejamos, la secadora que gran invento, los días de agua se sacaba la ropa en los alambres que se ponía en las mesas camillas o en sillas cerca de la lumbre para que amanecieran secas, no había tanta ropa en los armarios, y sobre todo en aceituna era el medio de secar los refajos si no tenias quita y pon, secabas y por la mañana sacudía el barro si solo estaba la parte de delante sucia.
Mi madre con tan solo doce años ya lavaba en los riachuelos
la ropa de la casa donde estaba sirviendo, eran 7 personas a las que lavar la
ropa, con camas incluidas, quedaba muy temprano con otras mujeres para no ir
sola y tenían que ayudarla ya que no podía con las canastas, debido a su poca
edad, Cruz la de Marcelo le ayudaba siempre ya que no podía retorcer las sábanas de hilo con sus manos tan pequeñas.
Una vez se incó una agua que iba clavada en unas senagüillas, una mujer Aniceta, con los dientes en un poco de acero que quedó fuera, le sacó parte de la aguja partida que había quedado ene la palma de la mano, las mujeres que iban ese día le lavaron toda la ropa, luego la llevaron al practicante para que le sacaran la parte que había quedado dentro, a mi me daba repelús verle la huella de la herida que tenia ya que le dieron cinco puntos.
Una vez se incó una agua que iba clavada en unas senagüillas, una mujer Aniceta, con los dientes en un poco de acero que quedó fuera, le sacó parte de la aguja partida que había quedado ene la palma de la mano, las mujeres que iban ese día le lavaron toda la ropa, luego la llevaron al practicante para que le sacaran la parte que había quedado dentro, a mi me daba repelús verle la huella de la herida que tenia ya que le dieron cinco puntos.
Otra vez me contaba que le daban el jabón ñjusto, para
lavar y los marranos de Mauricio se lo comieron entre todas las mujeres y amigas le ofrecieron
parte del suyo para que pudiera lavar ese día.
Son tantas anécdotas lo de lavar y llevar agua de las
fuentes a las casas, el día que no iba al río, tenía que ir con cantaros a los
pozos que habían en Baños o a la fuente Cayetana o el Pilarejo para beber
y guisar, metía el cubo en el pozo Luzonas con una cuerda larga para
llenar el cántaro que luego graciosamente apoyaba en su cadera y el cubo lleno
en la otra mano, así estaba ella con dolores por todo su cuerpo, sobre todo en
las rodillas de fregar los suelos arrodillada, buen invento la fregona y con
sello Español.
Cuando estaba empezando a salir con mi padre, estaba un día
el guardando ovejas no tenían mas de doce años y ya se empezaron a querer, le
dijo cuando la vio sacando agua del pozo.
_ Anda déjame que te llene el cántaro y te ayude a subirlo.
Era tal el amor que ya le tenía que en su azoramiento se le
cayó el cántaro y se rompió, mi madre empezó a llorar y él con sus ahorros le
compro un cántaro nuevo para que no le regañaran donde servía, esta anécdota siempre la contaban como el principio de ese gran amor que ha
durado toda la vida y que por parte de mi padre aun sigue existiendo
hacia mi madre.
Gracias a ellas a nuestras madres, abuelas, mujeres que silenciosamente han construido la historia.