Y llego el final, al fin se empezó a decir por el pueblo que la
guerra había terminado, empezaron a venir soldados maltrechos, con
barbas de muchos meses sin afeitar, ropas echas guiñapos y a saber desde
cuando no se habían lavado o comido.
Luego fueron llegando cartas oficiales dando la
noticia de la muerte de muchos de ellos, otras cartas donde les
obligaban a entregar las armas y entregarse ellos, para encacelarlos o
ejecutarlos, ahora es cuando empezaba la guerra particular de muchas
familias, para combatir cada día esas ausencias para siempre.
Ana
esperaba con anhelo la llegada de Juan, a veces con ilusión, otras con
desespero, temblaban al oír llamar a la puerta y sentir la palabra
"CARTERO" al fin llego una carta a su madre donde le daba el ultimátum de
presentarse en el cuartel en cuanto llegara al pueblo, estaba en busca y
captura.
Pasaron muchos meses sin tener noticias, el pueblo
parecía sonámbulo, esa alegría de hacia cinco años se había perdido, la
gente se saludaban, una veces con mirada de pena, otras con rencor, ya
no era el mismo ni las mismas gentes de antaño, donde todo el pueblo era
una piña, para las fiestas, la Semana Santa, fechas tradicionales, ese
año apenas hubo procesiones y pocos penitentes.
Estaba
asomada a la puerta viendo pasar a la Virgen, cuando un penitente se
paro a su lado, le hizo un gesto que ella entendió perfectamente, esa
mirada solo podía ser la de Juan, se escabullieron de entre la gente.
En
la parte de los portones a oscuras se abrazaron, no podía creer que
estaba allí, en pocos minutos idearon todo, el se quedo esperando en la
penumbra de la noche, ella corrió a su casa para abrirle el portón.
Nadie
debía saber nada, ni su madre, ni hermanas, Juan paso a ser un
inquilino invisible mas de la casa, dentro de aquel refugio, ella
aprovechaba cuando estaba sola para bajarle comida, ropa de su padre
limpia, que luego ella lavaba escondía entre la canasta que iba llenando
de casa en casa para ganarse unas cuantas pesetas, lavándola en el río y
luego planchándola.
Se veían tan poco estando tan
cerca, solo minutos, a veces segundos, donde quitando el baúl alzaba la
trampilla para darle sustentos y cerraba rápido.
Lo peor era encontrarse con su madre, la abrazaba y le preguntaba si sabia algo de su hijo y su respuesta era siempre la misma
_NO.
Pasaron
meses, el refugio se fue acomodando aL único habitante que vivía entre
sus paredes, unas velas, algún libro, jabón, navaja de afeitar, una
palancana, un cántaro con agua, mantas...
Pocos eran los ratos que
pasaban juntos y un día,,,Su madre la descubrió abriendo la trampilla y
hablando bajito, lloró, imploro que no dijera nada que estaba en busca y
captura, su madre le ayudo en su secreto, pero con un miedo atroz, por
ella y por su hija, en el pueblo se habían dado casos que por encubrir a
familiares se habían llevado presas a madres, hermanas, hijas, las
habían rapado el pelo, las pasearon por el pueblo, incluso les metieron
cañas finas entre las uñas y la carne para hacerlas hablar, era casi
peor la posguerra que el guerra en si, no había comida, en las cartillas
de racionamiento te daban lo justo, había hambruna, morían niños
escacidos, los que superaban los tres años ya se decía que se habían
librado de la muerte, el sarampión hacia estragos, la polio y muchas
enfermedades.
Ana y Juan empezaron a verse algo mas, cuando sus
hermanas se iban a servir a las grandes casonas desde el amanecer hasta
casi entrada la noche, su madre se las ingenio para que ella, solo
trabajara por la mañana al servicio de un hombre mayor y con tierras,
estaba solo en el pueblo, vino exiliado de otra provincia con su madre y
se decía que en la guerra quedo mutilado, un tiro le dio en sus partes
quedando imposibilitado para poder egendrar. Por las tardes se quedaba
en casa, su madre siempre estaba vigilando y cerraba la casa con el
barrón a cal y canto para que Juan pudiera salir del refugio y pudiera
andar un poco.