POEMAS , RELATOS Y RECETAS.

viernes, 8 de septiembre de 2017

CREENCIAS.

A estas alturas de la vida, pienso en todo aquello que me enseñaron desde niña, y  con el paso del tiempo, han  ido cambiando mi forma de pensar y de creer.
En mis primeros años, o desde que tengo uso de razón, lo primero eran las creencias, el amor incondicional a Dios, la Virgen, los Santos y la Iglesia, todo era pecado, fuera de contexto, si decía una palabrota, era pecado venial, si era de blasfemia a Dios , robar, matar, pecado mortal y que confesándose al cura y mediante la oración, te los perdonaban, era normal ver de rodillas, después de confesarse a las personas, yo me quedaba mirando y según el tiempo que estaban en ésa posición,  así catalogaba sus pecados, mucho tiempo pecado mortal, poquito rato, venial.
Recuerdo a la Hermana Mercedes, mi profesora durante los cursos 5° y 6°.
En clase de religión, siempre hacia hincapié, en que teníamos que amar al prójimo como a nosotros mismos, anteponer el amor a la Virgen al de nuestra madre.
Nunca sucumbí ante ésto, porque por más que quería a la Virgen en todas y cada uno de sus formas y nombres, el cariño a mi madre, superaba con creces a todo cuanto me decía ella.
Hubo un tiempo en que quería condenarme, ir al infierno, no concebía estar feliz en el cielo, con mis seres queridos, mientras mi abuelo Esteban al que adoraba, purgaba sus pecados en él.
Y es que era bueno a rabiar, todo el mundo lo quería, nunca supe que tuviera un enemigo, pero tenía un vocabulario, jejeje, que lo condenaba.
Si la burra Cerbata, no se dejaba aparejar, blasfemaba, cagándose en Dios y en todo lo que se meneaba​.
Si se le escapaban las cabras, o los marranos,  era peor.
Me tapaba los oídos cuando le oía gritar en el corral.
Me cago en la Virgen puta.
Y es que me pasaba el día rezando, cada vez que blasfemaba, pensaba que si lo hacía, se libraría del infierno, así que él decía una palabrota y yo rezaba tres Aves Marías, a veces, no terminaba de rezarlas y tenía que empezar de nuevo, y es que sus cabreos monumentales, los pagaba con votos...
De esta manera con mis Avemarías, iría al purgatorio, y de allí al cielo, si toda la familia le implorábamos a San Pedro, que era el que abría y cerraba las puertas del cielo, para entrar en el.
Pobres creencias.
Ahora ya yo abuela, cómo él lo era, pienso qué pensará mi nieta, yo, no blasfemo, bueno, alguna palabra​ mal dicha, porque cuando me cabreaban mis hijos, y ahora ella, los más que decía y digo, era.
'Me cago en Cristina puta y su puta madre".
Jeje, las mismas que decía mi madre y que tanto oí decir de pequeña y es que todo se hereda, hasta el lenguaje, a saber quién era ésa Cristina y su madre, pero al menos no nos cagábamos en Dios, la Virgen, los Santos y la Santa Iglesia, ni mi madre, ni yo.
A mi abuela Juana nunca le oí decir votos, era la paciencia personalizada, porque para aguantar a mi pobre abuelo, "Tela"
Y él era creyente, hasta que la guerra le cambió.
No fue soldado de combate, su cometido era abrir trincheras, nunca salió de la provincia de Jaén, la posibilidad de venir al pueblo era remota, en aquellos años y con poca diferencia, en sus venidas a Baños de la Encina ( Jaén) mi abuela quedó embarazada, ya tenía tres hijos, mi madre Antonia, mi tío Juan y mi tío Manolo, en plena guerra, nació Manuela y unos meses más tarde Juana, la miseria de aquellos años, por duro que parezca, hizo que muriera de hambre, Manuela con 18 meses, solo mamaba, y mi abuela su madre, casi no  comía, que iba a chupar la pobre,   Juana con tres años, de sarampión, no había medicinas.
Entonces todos los niños de aquellos años, sólo tenían barriga hinchada y cabeza, si, como esos niños negritos que ponen en la televisión.
No estaban bautizadas, mi abuela y su suegra Antonia, querían que mi abuelo Esteban, estuviera presente en el bautizo, pero sus idas al pueblo eran horas, y se pudieron contar con  los dedos de una  mano, por eso es, que las enterraron en un apartado del cementerio, no eran cristianas y no pudieron ser enterradas, ni con una cruz, símbolo del Cristianismo,  éste hecho hizo a mi abuelo  aborreciera, al clero y la Santa Iglesia.
Por eso creo yo, que su odio a todo lo que conllevaba la fé cristiana, se reproducía en votos y blasfemias.
Eso lo comprendí años más tarde, al saber de la historia de sus dos hijas, de acuerdo, no estaban bautizadas, pero
¿Que pecado podían haber cometido a esa edad?
Eran angelitos y las enterraron como a un perro, sin misa, ni rezos, porque no estaban bautizadas, siempre me las imaginaba, volando en el Limbo, dónde muchos niños como ellas quedaron de por vida, ni infierno, ni purgatorio, ni cielo, un lugar especial, para el que no le echaron las aguas benditas, siendo niños.
La madre del​ abuelo Esteban, era una mujer muy devota.
Una de las veces que el burro se puso malo, le llevó al cura, una ánfora de aceite, para que éste le encendiera velas, a ver si así se ponía bueno, ya que era la herramienta de trabajo de su marido.
Al final el burro amaneció muerto y Juan, su marido la mandó a por la ánfora a la iglesia, alegando que cómo el burro se había muerto, ya no se les encendiera velas, que ese aceite, les serviría para unos buenos cucharros.
Se llamaba Antonia y San Antonio era su Santo favorito, al que siempre se encomendaba, para pedir toda clase de favores, mi madre rezaba una oración que era de su abuela, pero, no me la llegué a aprender.
San Antonio bendito....
Pobres creencias.
Tales, que se desmorona en mi mente, pero son bonitas de recordar, porque, sin ésas creencias, no sé cómo hubiera sido mi vida.
Hoy es todo material, sólo los niños, con no más de 10 años, preparándose para la comunión, suelen creer con su mente infantil en ésas cosas, dejarlos que sean felices que crean lo que quieran, que el tiempo se encargará de que se desmoronen sus sueños, la vida les dará palos por doquier, y entonces volverán a sus recuerdos, se refugiarán en ellos y sus​ mentes volarán a aquellos años de la inocencia.