Gracias Diego Muñóz-cobo Rosales por este recuerdo |
Imagen de internet |
Una india, una negrita, una japonesa, una monja, todas estábamos vestidas para éste día del DOMUND, consistía en pedir dinero hucha en mano, para las misiones, o como decíamos.
_ Dinero para los negritos.
Los preparativos, se hacían en las tardes de manualidades, previos a este día .
Las indias nos haríamos dos trenzas con una cinta de raso y una pluma de la cola, de algún pavo del corral, que nuestra madre había pedido a quien lo tuviera, era para poner en la cinta que poníamos en el pelo, cruzando la frente, en la parte de atrás, cual si Indias fuéramos.
Las faldas eran de papel de seda de muchos colores, que comprábamos en las tiendas de Pedro Ortega o las Mariamanuelas
Todo era alboroto en la Escuela de las Hermanas Apostólicas de Cristo Crucificado, de Baños de la Encina (Jaén).
Las japonesas íbamos vestidas con una cortina floreada, que en muchos casos nuestras madres descolgaba de su ventana para éste día y que las monjas ajustaban a nuestro cuerpo con un gran lazo con las bandas verdes, de las más grandes que nos daban en las notas trimestrales o finales, como calificaciones de nuestras notas, parecían un quimono japonés, luego nos peinaban con un moño alto y nos ponían dos agujas grandes de plástico de colores, de las que usaban nuestras madres para hacer punto de lana, en el moño cruzadas, las cejas las pintaban con lápiz negro altas, y maquilladas con rabillos en los ojos para hacerlos oblicuos y labios pintados, estilo a las Geishas.
Lo peor era ir disfrazada de negrita, te pintaban la cara con carbón que luego para quitarlo, nunca mejor dicho te veías negra, los labios pintados de un rojo llamativo, toda vestida de negro, jerséis y bragamedias (leotardos) y una falda de colorines de papel de seda.
Las que íbamos vestidas de monjas, nos ajustaban un traje de ellas de novicia blanco.
Salíamos a pedir por las calles de casa en casa, de dos en dos, una llevaba la hucha y otra las pegatinas, decíamos.
_ Una limosna para las misiones.
Y la gente se volcaba en darnos unas perrillas, algunos nos daban dos reales, otros una peseta y los mas generosos un duro (cinco pesetas)
entonces le colocábamos un banderita adhesiva en la ropa, como que habían cooperado y no se le pedía por segunda vez.
Era como una carrera frenética ir de casa en casa , por llegar los primeros, empezábamos en la Iglesia del Llano (la de arriba) donde las monjas nos vestían y maquillaban y terminábamos, recorríamos todo el pueblo y acabábamos en la Iglesia de San Mateo (la de abajo) colocábamos nuestras huchas en el altar, conforme íbamos llegando, algunas todas maltrechas, sobretodo las de vestidos de papel de seda.
Después de misa recogíamos muestras respectivas huchas y subíamos al convento para empezar el recuento de las monedas de aquellas huchas con caras de niños del llamado tercer mundo.
(me pregunto, que sería de todo aquello que usábamos, en diferentes días)
Ése día nos sentíamos más felices, habíamos dado nuestro tiempo de jugar en la calle, en pedir para los niños que no tenían para comer, no importaba de la raza que fueran.
Luego el lunes colocaban en el panel de anuncios una lista con los nombres de las niñas que habían cooperado.
_Hucha japonesa llevada por Encarnita Laguna y Anita Muñoz 120 pesetas......
Y así hasta finalizar el recuento, siempre en cabeza las que más habían recaudado, eso nos animaba para el próximo año a ser las que encabezáramos de las primeras.
Que recuerdos más bonitos al llegar éste día