CASTILLO DE BAÑOS DE LA ENCINA (JAÉN) |
Epílogo
Toda historia tiene un antes y un después como dije en el anterior capítulo y ésta no es menos, pasaron siete años resumidos en trece entradas y ahora os pongo el final de esta mini novela.
Siempre pensé que aquella puerta cuadrada de unos setenta y cinco centímetros de diámetro, con un asa de cuerda y que se estaba debajo del baúl de la habitación que era de mis abuelos, había tenido un misterio, que una historia encerraba y cuando quitaba el baúl para limpiar y fregar aquellas baldosas rojas, con filico pincelado en color gris cemento, me la imaginaba, mi abuela me decía que era para bajar a echarle de comer a los animales que habían en el corral y las cuadras, en las noches de frío en Invierno, sin tener que bajar por las escaleras que daban a la intemperie, pero mi en mi imaginación siempre soñaba en que se escondía algo más de aquel servicio, un secreto, y e, aquí que después de casi cincuenta años escribí esta historia, por fin le puse alas a mi sueño infantil.
La historia no acababa en aquel día que Juan se lo llevaron a la cárcel, han pasado muchos años, Juan Rafael es un hombre hecho y derecho, si, Ana dio a luz un niño al que le puso éste nombre, nació estando su padre preso y me quedo embobada mientras me cuenta la historia de sus padres, porque a igual que su hermana disfrutó de una madre y dos padres.
Su padre biológico era Juan Domínguez Ortega, estuvo preso doce años, los mismos que él tenía cuando salió de la cárcel, su mente no entendía a esa edad, el por qué, él tenía dos padres a los que adoraba, al igual que su hermana Anita.
Cuando su padre Rafael murió, el tenia once años y un año más tarde ocupó su lugar su otro padre Juan.
Todo el tiempo que estuvo preso Juan, cada semana iba con su madre y hermana a ver éste otro padre, unas veces iban solos y otras los acompañaban una de sus abuelas o tías, hermanas de su madre, incluso un primo de su padre Juan que era de Bailen.
El día que salió Juan de su encierro en su casa hubo una fiesta. Y un año más tarde se casaron su padre y su madre.
Y ahora sí, doy por terminada esta pequeña historia, de aquella puerta que había debajo del baúl, dando paso a aquella habitación del sótano, que hacía las veces de cuadra y pajar.
Un refugio, como le puse de nombre al que me gustaba bajar por aquellas escaleras, más que por la puerta de las cuadras.
Espero la hayan disfrutado
Quiero dar las gracias Isabel Conejero Valencia por cederme algunas fotos, otras me han gustado y se las he cogido yo. Y algunas mías, todas son paisajes de Baños de la Encina, (Jaén), el pueblo donde naci.
Entre las fotografías de ella y de Diego Muñoz-Cobo Rosales mi blogs se enriquece.
Gracias a los dos.
Gracias a los nuevos inquilinos, por enseñarme la que fue la casa donde nací y viví, solo queda en mi cabeza cómo era antes de hacerla nueva, sin embargo aquella habitación, pajar -cuadra, aún existe, me llenó de ilusión volver a verla. Gracias infinitas
ResponderEliminarAngelita, mil gracias... No ha podido caer en mejores manos. Nunca olvidaré esa atención que tuviste conmigo 🤗🥰
ResponderEliminarPreciosa historia
ResponderEliminarFelicidades por tu novela, tienes una gran imaginación, deberías encuadernarla y hacer un libro👏👏👏
ResponderEliminarMuchas gracias, es un hobby... Quién sabe el día de mañana, pero no dejo de ser una junta-letras... aficionada.
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